1.Vida
Un franciscano muy destacado fue el filósofo, teólogo, misionero y poeta mallorquín Ramón Lull (o Raimundo Lulio). Pertenecía a una familia acomodada con raíces en la provincia de Barcelona, que se había instalado en la ciudad de Palma de Mallorca en los tiempos de la conquista de esta isla por parte del rey de la Corona de Aragón, Jaime I.
En aquella época, Mallorca era un enclave crucial en el intercambio de mercancías entre Europa y el norte de África, y un punto de encuentro entre las culturas cristiana, judía e islámica. Este espíritu cosmopolita se reflejó en la formación de Llull, que escribió numerosas obras tanto en latín como en árabe y en catalán, lengua esta última que llevó a un nivel literario excelente.
En su juventud, tal como él mismo cuenta en su Vida coetánea, recibió una formación cortesana propia de los miembros de la clase alta a la que pertenecía. Cuando aún era adolescente, fue nombrado senescal(servidor) del futuro rey Jaime II. De acuerdo con la práctica habitual de la época, en 1257 se casó con Blanca Picany, una unión que respondió a la concepción del matrimonio como institución social orientada a la procreación y el mantenimiento del patrimonio familiar. Llull calificó su vida de aquella etapa como la de “un hombre casado, con hijos, bastante rico, disoluto y mundano”.
2.Conversión
Su vida cambió radicalmente ya superados los 30 años, a raíz de la profunda conmoción que le causó un sermón sobre Francisco de Asís y a una serie de experiencias místicas en forma de cinco visiones sucesivas de Cristo crucificado. No obstante, esta transformación personal fue el resultado de un proceso de maduración lento. Su narración sobre cómo tuvo dichas visiones cuando estaba escribiendo un relato de amor cortés contiene todos los elementos del simbolismo poético habituales en esta clase de textos. La bella dama a la que escribía es la representación del placer y el deseo carnales, caracterizados por el egoísmo y el afán de poseer, y cada una de las cinco visiones a las que alude simboliza un peldaño que hay que subir para ascender a la auténtica verdad (scalaveritatis), que reside en lo espiritual.
Los cinco pasos de esta escalera mística, que culmina en lo que Llull denomina “penitencia”, son:
1.La razón se abre a la voz de la conciencia, que le presenta una verdad superior.
2.Se despierta el deseo de vivir esa verdad, que supera cualquier otro deseo.
3.Convencimiento de que ese deseo ha de dar paso a la acción, es decir, al compromiso.
4.La acción continuada hace crecer una nueva voluntad que goza al brindarse a los demás.
5.Se supera todo egoísmo y se consigue desarrollar la capacidad de amar con gratuidad.
3.Proyecto
Alcanzada la penitencia, Llull decide entonces abandonar por completo su vida anterior, incluyendo a su familia y sus bienes, para cumplir la misión que entiende que se le ha encomendado: llevar a los infieles el mensaje cristiano de salvación y trabajar incansablemente para su conversión. Para lograr este objetivo, el camino que sigue Llull es el de la persuasión. No se trata de intentar transmitirles la fe por la fuerza de la espada, sino que lo que hay que hacer es convencerlos de que es en el cristianismo donde se halla la verdad.
Este proyecto misionero implica tener que dirigirse a los infieles en su propia lengua y conocer a fondo sus tradiciones. Así, pues, Llull se vuelca entonces en el aprendizaje del árabe y la cultura islámica, a la vez que profundiza en el conocimiento del latín, la gramática y la filosofía. Considera que ha de prepararse bien para armarse de todos los conocimientos teóricos y prácticos imprescindibles para poder llegar a sus receptores. Tras realizar un viaje de peregrinación a Santiago de Compostela y Rocamadour, decide retirarse a un monasterio para conseguir el clima de recogimiento que le permita dedicarse a la meditación y la contemplación. Al mismo tiempo, va programando los siguientes pasos de su labor, que son los siguientes:
-Ir al norte de África y dirigirse personalmente a los musulmanes para convertirlos. Ello lo lleva a realizar numerosos viajes también por Europa con el objetivo de recaudar fondos y apoyos para su proyecto misionero. Llull se aplica a esta labor durante todo el resto de su vida, incluso cuando alcanza una edad avanzada. Encuentra la muerte mientras se dedica a ella, en el viaje de regreso a Mallorca, a causa de las heridas causadas en Túnez por un grupo de musulmanes que lo apedrean para evitar su predicación, cuando tenía ya 83 u 84 años.
-Escribir un libro en el que presenta razones demostrativas de las verdades cristianas. A diferencia de los dominicos, que según entiende buscan convencer mediante el uso del argumento de autoridad (lo cual considera completamente ineficaz para convertir a los musulmanes), Llull prefiere apostar por la vía de la deducción racional. Está convencido de que Averroes se equivocó con su teoría de la doble verdad: no hay dos vías para alcanzar el conocimiento, sino solamente una. Las verdades accesibles por la fe son también razonables y lógicas. Lo que hay que hacer es mostrar cómo un buen uso de la razón conduce al reconocimiento de dichas verdades. Desde que en el año 1274 escribe su Arte abreviada de encontrar la verdad, no deja de perseverar en este intento, reescribiendo, simplificando, reelaborando una y otra vez un libro que lograra demostrar de forma definitiva las verdades propias de la fe cristiana.
-Crear una escuela en la que se enseñen las lenguas de los infieles a los futuros misioneros. En 1276 Llull logra convencer al rey Jaime II para que se funde el monasterio franciscano de Miramar con dicho propósito. El propio papa Juan XXI (Pedro Hispano, autor del mayor tratado de lógica de la Edad Media) da su permiso para que el proyecto se lleva adelante con doce frailes. Sin embargo, en su obra El desconsuelo (Lo desconhort), escrita en 1295, Llull lamenta el cierre del convento.
4. Ars magna
Se conoce como el Ars magna de Llull al sistema que ideó para demostrar la verdad. En él tomó como punto de partida aquello sobre lo cual entendía que había consenso entre las diferentes religiones:
-La existencia de un único Dios, bueno y eterno, que posee las mejores cualidades en su grado máximo.
-El modelo cosmológico aristotélico-ptolemaico.
-Las leyes de la lógica como garantía de una deducción correcta.
Mediante un sofisticado método que permitía combinar los conceptos que integran los puntos anteriores, creó una máquina lógica que servía para comprobar qué afirmaciones estaban de acuerdo con ellos y cuáles no. La máquina era capaz de responder no solo si una tesis sobre doctrina religiosa era cierta, sino también preguntas relacionadas con la filosofía, el derecho, la medicina, etc. Una vez que uno aceptaba estar de acuerdo con las consideraciones iniciales que presentaba el sistema, la máquina señalaba qué otras afirmaciones era irremediable reconocer como ciertas, puesto que se derivaba de las anteriores mediante una deducción lógica impecable.
Llull fusionó así teología y filosofía mediante la construcción de un mecanismo en el que, a partir de figuras geométricas básicas (triángulos, cuadrados y círculos, contenidos todos en una circunferencia mayor), situaba en primera instancia los conceptos fundamentales (ser, bondad, virtud, potencia, sabiduría, verdad…) y presentaba sus contrarios como no ser o privación, además de otros conceptos que podían relacionarse con ellos. A partir de la manipulación de una ser de palancas y manivelas, se podían ir moviendo los distintos elementos para ver cuáles se alineaban entre sí, de modo que, según la posición que ocupaban, era posible saber si un determinado enunciado se cumplía o era erróneo.
Árbol de la ciencia, obra escrita por Llull hacia 1295, fue su libro más ambicioso, una especie de enciclopedia en varios volúmenes en las que plasmó los principios de su Arte combinatoria. En este particular compendio del saber, cada ciencia está representada a través de un árbol, con sus raíces (los principios básicos), su tronco (la estructura propia de esa ciencia), sus ramas (los géneros en que se divide), hojas (las distintas especies) y frutos (los individuos particulares). En total describió 16 árboles: 14 árboles principales, que son los que corresponden a las distintas ciencias (cinco de las cuales tratan sobre el ámbito puramente espiritual), y dos más que sirven de auxiliares y tienen la función didáctica de aportar ejemplos y proponer preguntas.
(Lorenzo Vallmajó Riera y Juan Méndez Camarasa. Historia de la Filosofía 2. Editorial Edebé. Barcelona. 2016)